Niñas, con motivo de la cuaresma, me di a la tarea de buscar algo pequeñito que ofrecerles, pues me interesa dejarles algo que reflexionar, como cristiana-catolica que soy un evento de esta magnitud no puede hacerse a un lado. Es un momento cumbre, sublime que nos motiva a seguir adelante, a no sucumbir cuando tenemos algun problema... el solo hecho de pensar que Cristo cargo con nuestros pecados para nuestra salvacion, ese "pequeño acto de amor" ... vamos!! lo que a nosotros nos pasa no es ni la mas minima cosa en comparacion.. .
Estamos en tiempo de reflexion, asi que les dejo esta pequeña historia que me ha gustado para esta ocasion. Espero lo disfruten y me lo hagan saber.
EL AMIGO DE MI HIJO
Era la reunión del domingo por la noche de un grupo apostólico en una parroquia. Después que entonaron unas canciones, el sacerdote de la iglesia se dirigió al grupo y presentó a un orador invitado; se trataba de uno de sus amigos de la infancia, ya entrado en años.
Mientras todos lo seguían con la mirada, el anciano ocupó el púlpito y comenzó a contar esta historia:
"Un hombre junto con su hijo y un amigo de su hijo estaban navegando en un velero a lo largo de la costa del Pacífico, cuando una tormenta les impidió volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, a pesar de ser un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación, y las aguas del océano arrastraron a los tres."
Al decir esto, el anciano se detuvo un momento y miró a dos adolescentes que por primera vez desde que comenzó la plática estaban mostrando interés; y siguió narrando:
"El padre logró agarrar una soga, pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida: Escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo era un buen cristiano, y también sabía que el amigo de su hijo no lo era. La agonía de la decisión era mucho mayor que los embates de las olas."
"Miró en dirección a su hijo y le gritó: ¡TE QUIERO, HIJO MIO! y le tiró la soga al amigo de su hijo. En el tiempo que le tomó al muchacho llegar hasta el velero volcado en campana, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la noche. Jamás lograron encontrar su cuerpo."
Los dos adolescentes estaban escuchando con suma atención, atentos a las próximas palabras que pronunciara el orador invitado.
"El padre" -continuó el anciano- "sabía que su hijo pasaría la eternidad con Cristo, y no podía soportar el hecho de que el amigo de su hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo. ¡Cuán grande es el amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo por nosotros!"
Dicho esto, el anciano volvió a sentarse, y hubo un tenso silencio. Pocos minutos después de concluida la reunión, los dos adolescentes se encontraron con el anciano. Uno de ellos le dijo cortésmente:
"Esa fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo."
"Tienes toda la razón", le contestó el anciano mientras miraba su Biblia gastada por el uso. Y mientras sonreía, miró fijamente a los dos jóvenes y les dijo:
"Pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque el amigo de ese muchacho que fue devorado por las aguas era yo."
Era la reunión del domingo por la noche de un grupo apostólico en una parroquia. Después que entonaron unas canciones, el sacerdote de la iglesia se dirigió al grupo y presentó a un orador invitado; se trataba de uno de sus amigos de la infancia, ya entrado en años.
Mientras todos lo seguían con la mirada, el anciano ocupó el púlpito y comenzó a contar esta historia:
"Un hombre junto con su hijo y un amigo de su hijo estaban navegando en un velero a lo largo de la costa del Pacífico, cuando una tormenta les impidió volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, a pesar de ser un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación, y las aguas del océano arrastraron a los tres."
Al decir esto, el anciano se detuvo un momento y miró a dos adolescentes que por primera vez desde que comenzó la plática estaban mostrando interés; y siguió narrando:
"El padre logró agarrar una soga, pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida: Escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo era un buen cristiano, y también sabía que el amigo de su hijo no lo era. La agonía de la decisión era mucho mayor que los embates de las olas."
"Miró en dirección a su hijo y le gritó: ¡TE QUIERO, HIJO MIO! y le tiró la soga al amigo de su hijo. En el tiempo que le tomó al muchacho llegar hasta el velero volcado en campana, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la noche. Jamás lograron encontrar su cuerpo."
Los dos adolescentes estaban escuchando con suma atención, atentos a las próximas palabras que pronunciara el orador invitado.
"El padre" -continuó el anciano- "sabía que su hijo pasaría la eternidad con Cristo, y no podía soportar el hecho de que el amigo de su hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo. ¡Cuán grande es el amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo por nosotros!"
Dicho esto, el anciano volvió a sentarse, y hubo un tenso silencio. Pocos minutos después de concluida la reunión, los dos adolescentes se encontraron con el anciano. Uno de ellos le dijo cortésmente:
"Esa fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo."
"Tienes toda la razón", le contestó el anciano mientras miraba su Biblia gastada por el uso. Y mientras sonreía, miró fijamente a los dos jóvenes y les dijo:
"Pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque el amigo de ese muchacho que fue devorado por las aguas era yo."
Y aqui una oracion...
Padre, que al dejarnos en la Eucaristía a tu Hijo Jesucristo,
quisiste que la Misa fuera la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana,
concédenos que si hemos nacido como pueblo del costado abierto de tu Hijo Jesucristo,
no pongamos resistencia a su gracia, y así renovemos la alianza nueva y eterna,
atraídos junto con todo el universo hacia el único Altar, Jesucristo,
moviendo las conciencias y las voluntades de los que participamos en la Misa,
para construir este mundo según tu voluntad,
para que la vida del cielo sea cada vez más anhelada,
más presente, más cercana; hasta que todos celebremos definitivamente,
las bodas eternas del cordero, en la humanidad nueva, en tu reino eterno.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
En ambas lecturas, he puesto el enlace en los titulos, por si alguien quiere acceder a ellas y ver de donde tome la reflexion y la oracion.
Deseo que les guste y les sirva para meditar un rato y hacer una pequeña oracion.. gracias por su interes a todo lo que publico, espero que esta no sea la excepcion.
Besos y bendiciones
Mimi
hola, ke bonita historia !!!! aunque he de confesar que estoy muy lejos de hacer lo mismo, me parece que si tenemos que reflexionar sobre las pruebas que Dios nos pone en el camino y la manera en que optamos por resolverlas, ya que no creo que haya decisiones equivocadas, es solo que a veces elegimos el camino largo jeje, muchas gracias tambien por la oracion.
ResponderEliminarbesitos.
Que linda historia !!!!, felices vacaciones!!!
ResponderEliminareS UNA HISTORIA PARA RECORDAR Y CONTAR, FELICES PASCUAS GRACIELA
ResponderEliminarHola Miriam: preciosa historia. Felices Pascuas!!! Un abrazo, Laura.
ResponderEliminarHOLA MARIA, QUE HISTORIA PRECIOSA. NADIE NOS AMA COMO DIOS.
ResponderEliminarDIOS TE BENDIGA. BESOS